Mi intervención en el Encuentro Regional del progresismo sudamericano 03-09-2020

El encuentro fue organizado por Progresistas en RED y la Fundación Friedrich Ebert.

Participaron: Fundación Liber Seregni (Frente Amplio de Uruguay), Instituto Jerovia (Frente Guazú de Paraguay), Instituto Igualdad (Partido Socialista de Chile) y la Fundação Perseu Abramo (PT de Brasil).

“En nombre de todas y todos les que integramos Progresistas en Red les damos la bienvenida y les agradecemos a les panelistas de las dos mesas y al público su presencia en este Encuentro Regional del progresismo sudamericano.
Hace menos de dos meses nos convocamos en torno a esta mesa virtual para conversar sobre la construcción de una Argentina igualitaria. Hoy vamos un poco más allá y nos preguntamos cómo construir una América Latina igualitaria.
No se nos escapa que en el contexto que vive nuestra región y el mundo, incluso antes de la emergencia de la pandemia, caracterizado por el encierro en las fronteras nacionales y la emergencia de líderes antidemocráticos como Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en Estados Unidos (para hablar solo de los casos más relevantes en nuestro continente) esta pregunta parece de ciencia ficción. Sin embargo, resulta central. América Latina es una eficiente fábrica de producción de pobreza y desigualdad.
Según la CEPAL este año nuestro continente producirá -en parte, como consecuencia de la pandemia- 45,4 millones de nuevos pobres, que se suman a los 185,5 millones que ya teníamos en 2019. O sea, para fin de año al menos ¡el 37,3% de la población latinoamericana será pobre! Y un poco menos de la mitad de esa población vivirá en la pobreza extrema. Paralelamente, la desigualdad en la distribución del ingreso se agravará: el índice de Gini se incrementaría entre un 1% y un 8%. Por último, la fuerte contracción económica se traducirá en una caída del PIB per cápita regional del 9,9% (Cepal, Informe Especial COVID-19 Nro. 5, pág. 9 a 11).
Es urgente entonces plantearnos un horizonte de salida a este encierro, que era previo a la pandemia pero que la pandemia agravó. Como afirma Naomi Klein, “todo lo que ya era malo antes se ha degradado al nivel de lo insoportable”.
De lo contrario, corremos el riesgo de que la nueva normalidad sea esto que estamos viviendo: una prolongación agravada de la “vieja” normalidad pero sin las relaciones que nos sostenían.
Sabemos que no es fácil. El multilateralismo ha sido puesto definitivamente en crisis por el unilateralismo del actual gobierno estadounidense. Muchos gobiernos de la región se pliegan automáticamente, abandonando cualquier noción de interés nacional autónomo. Los gobiernos progresistas escasean y en muchos de nuestros países las fuerzas políticas progresistas están a la defensiva. En América Latina, el déficit democrático crece a un ritmo más acelerado que el déficit fiscal.
El cambio climático avanza mientras es desplazado de la agenda global. El comercio internacional nunca recuperó sus niveles previos a la crisis de 2008-2009. La mediocridad del crecimiento y el estancamiento del PIB per capita suscitan ciclos políticos de signos cada vez más opuestos y cada vez más cortos. Corremos el riesgo de la irrelevancia en el escenario global.
La posible reelección de Donald Trump amenaza tener un impacto devastador en el sistema global y en nuestro continente en particular, mucho mayor al que ya tuvo su elección en 2016.
Sin embargo, no tenemos alternativa. En nuestras sociedades están las respuestas a este encierro. Así como hicimos en los ’90 tenemos que volver a las fuentes, recuperar la creatividad y la utopía de otro mundo y otro continente posibles, abrir, abrir y no dejar de abrir. ¿Acaso es posible enfrentar estas amenazas encerrados en nuestros países? No. Tenemos que ser capaces de pensar respuestas globales a desafíos globales, como no lo fuimos incluso en la década larga de gobiernos progresistas en la región. No hay solución nacional a los problemas nacionales; las soluciones, en plural, serán globales y regionales, o no serán.
La solución no puede ser plegarse automáticamente al interés de los poderosos. El frente unido que presentan Argentina, Chile, Costa Rica y México contra el candidato de Trump a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo nos da una pista en ese sentido. Nos muestra un camino de coordinación regional más allá de la ideología de los gobiernos, algo que los progresistas también debemos abonar.
Afortunadamente, la angustia del presente nos está invitando a la acción, más que a la parálisis. Se suceden aquí y allá los encuentros para pensar el hoy y afrontar el mañana, desde una perspectiva igualitaria y emancipatoria. No estamos solos y hemos aprendido: la adversidad se enfrenta con unidad y alegría, porque podrán robarnos todo pero nunca será suya la alegría de nuestros pueblos.”
“Muchas gracias.”