República e Igualdad

Con sus más y sus menos, la centroizquierda existe como fuerza política electoral independiente de los dos partidos mayoritarios, desde el retorno de la democracia en 1983, lo que resulta un hecho novedoso en la historia política de nuestro país.

Si bien esa existencia ha estado concentrada en los principales centros urbanos, particularmente aquellos donde los partidos mayoritarios han sufrido fuertes crisis, su influencia en el escenario político ha tenido escala nacional.

Así y todo, es un espacio en permanente crisis de identidad, como si sus dirigentes no confiaran en sus fuerzas, habilidades y propuestas para persistir en la construcción de esa fuerza política, superadora de las dos fuerzas populares y mayoritarias de los últimos 100 años, que –decían- el país necesitaba; como si se tratara de una estación de paso más que de un proyecto a largo plazo.

Algunos arriesgan, incluso, que perdió su razón de ser con la irrupción del kirchnerismo y su intento de reconfiguración del mapa político, donde ellos se ubicarían ocupando ese espacio de centroizquierda. Sin embargo, la realidad no les ha dado la razón. En estos años, la centroizquierda tuvo buenos resultados electorales e incluso, por primera vez en la historia, ganó –y renovó- una de las principales gobernaciones del país, Santa Fe.

Esta experiencia, rica en logros políticos y de gestión (que poco se conocen fuera de los límites de la provincia), demostró que se pueden hacer acuerdos electorales y de gobierno con alguno de los dos partidos mayoritarios (en este caso, la UCR) en tanto la hegemonía interna la tenga la fuerza de centroizquierda.

También dejó una enseñanza reiteradamente despreciada por muchos dirigentes que intentaron representar este espacio en otras jurisdicciones, particularmente los que han surgido, cual salvadores, en la ciudad de Buenos Aires: la persistencia garpa. Esa, entre muchas otras, fue la principal virtud de aquél puñado de dirigentes que, desde la secretaria de salud del municipio de Rosario, se plantearon el objetivo –y lo alcanzaron- de llegar a la Casa Gris.

Más allá de esta experiencia en particular, lo cierto es que el espacio de centroizquierda ha cometido todos los errores políticos posible, sobre todo en suelo porteño. Quizás la mejor síntesis de ello sea el sistemático desprecio que han evidenciado sus líderes porteños por gobernar la Ciudad de Buenos Aires, en el momento que se les presentaba la oportunidad, mientras reclamaban votos para gobernar la Nación. Una desmesura.

La paradoja –mal que nos pese- es que quien hizo lo que ellos debieron haber hecho fue Mauricio Macri con el PRO. Y les está yendo muy bien (¡Ay!).

Sin embargo, la coyuntura abre un escenario inédito, que puede ser una oportunidad, quizás la última, para superar los efectos de las malas decisiones de los últimos años: la conducción del espacio ha recaído, por primera vez en muchísimos años, en dirigentes que no tienen su asiento en la Ciudad de Buenos Aires. En dirigentes con experiencia en caminar el territorio, que valoran la necesidad de tener una pata en el barro e invierten tiempo y recursos en sostener a su militancia en esta tarea; que no reducen la acción política a la aparición en TV.

La coyuntura también hizo que se aceleraran ciertos tiempos y lo que algunos vislumbrábamos como una interesante alternativa para las presidenciales del 2019 se tuviera que adelantar graciadió unos años. Me refiero a la candidatura presidencial de Margarita Stolbizer, una dirigente consciente de la necesidad de persistir en la construcción de una fuerza de izquierda democrática, arraigada territorialmente, y con una agenda moderna e innovadora. Fiel representante del republicanismo con igualdad, que es, en definitiva, la marca identitaria del espacio (que no se kirchnerizó).

La candidatura de Marga, acompañada por un interesante proceso de recambio dirigencial en el partido Socialista de Santa Fe (la otra pata estratégica del espacio) permite, además, frenar la sangría de dirigentes y votantes en esta difícil coyuntura (cosa que ninguna otra candidatura garantizaba) y abre la posibilidad para que dirigentes (nuevos y no tanto), con una concepción de construcción colectiva y plural, no autorreferencial, y con vocación de gobierno, tomen la posta.

Por todas estas buenas razones es que yo hoy, 9 de abril de 2015, voy a estar acompañando a Margarita Stolbizer en el lanzamiento de su candidatura presidencial. Estoy seguro que vamos a hacer una muy buena elección. Porque el futuro llegó y está en nosotros.

(Esta nota fue publicada en el portal www.nuevaciudad.info el 09/04/2015).